Ya lo decía Diane Arbus que hasta los mostruos tenían una belleza inherente (y que ella logró captar tan maravillosamente). Si alguien me cuenta a priori que en Aoyama hay un cervatillo del que sale una maraña de pelo blanco que acaba en forma de cabeza de toro, seguro que me sale más de una cana.
Pero lo cierto es que es como mínimo algo digno de pararse, entrar en la tienda que ha apostado por semejante display y comprobar si la ropa que venden es tan original y fuera de toda lógica como lo es el pobre bicho.
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